En primera línea: la batalla diaria del personal médico contra la covid-19

En primera línea: la batalla diaria del personal médico contra la covid-19

Bitácora 610

Con algunas marcas en el rostro por el uso continuo durante más de doce horas de mascarillas de protección, médicos y doctoras comparten a este medio, parte de su día a día, de los riesgos que enfrentan, de sus temores y de las cosas que los motivan.

“Estar en primera línea es estar en el área de ataque, pero no somos dioses y, obviamente, necesitamos de todos. Nosotros somos los capitanes en esta guerra y debemos ser fuertes, inteligentes, estar protegidos y armados para hacer algo en contra de todo esto”,  inician las voces.  

“Estar en primera línea es complicadísimo. Es un trabajo que abruma y demanda.  Estoy en un hospital que atiende gran parte de los casos de covid-19 en la ciudad donde vivo y puedo decir que en un turno ingresan hasta 50 pacientes”, afirma una de las doctoras, que por asuntos de privacidad, pide el anonimato.

Explica que hay personal en diferentes áreas, desde los que reciben a los pacientes hasta los que valoran su gravedad. Están quienes los atienden en terapia intensiva y el personal que los despide, cuando un paciente es dado de alta. 

A eso, hay que sumar que el personal debe saber actuar en todas las áreas para ayudar cuando se requiera. Soportar el estrés y el calor, portar el equipo de protección adecuadamente, resistir el peso de la ropa que llevan encima, la deshidratación por la actividad, entre otros factores.

Por otra parte, el uso de las mascarillas les impide respirar de manera natural. Además, un acto tan cotidiano como ir al baño es un verdadero riesgo, mediante el cual pueden contagiarse.

Tener un buen día  

Para el personal que atiende pacientes con covid-19, tener un buen día, es ver entrar a un menor número de personas; que los pacientes respondan correctamente a los tratamientos; que los más graves mejoren o que al menos, puedan ir a su casa en mejores condiciones de las que llegaron. También lo tienen cuando trabajan en armonía, con buen humor, entre risas,  para soportar la tragedia diaria. Y así, combatir la pandemia no se vuelva un caos.  

Llegar a casa,  bañarse, usar ropa cómoda. Beber agua o un café caliente. Abrazar a sus hijos (en caso de que tengan), acariciar a su mascota. Llamar por teléfono a algún familiar. Que alguien les tenga lista la cena, el desayuno, la comida. Y en sus días libres, hacer cualquier cosa, menos pensar en el hospital. 

Hacer ejercicio, yoga, leer, ver a su pareja y hasta aventurarse a viajar unos kilómetros y correr para abrazar a sus padres. Eso para quienes los suyos, no están en riesgo. Eso es estar bien. Incluso aislados, pero sanos, vivos y en combate. 

Una lucha diaria 

Para ellos es una guerra que luchan a diario, y no sólo por su magnitud, porque virus y bacterias siempre existen y siempre serán nuevos —cuando recién aparecen— hasta encontrar su cura.  

Además de la enfermedad, el personal médico de nuestro país lucha también contra la ignorancia, el descaro, el odio, el despotismo y muchos factores sociales más. 

Es fundamental que las personas tengan empatía, que comprendan y sean conscientes de que deben cuidar y proteger su salud, porque cuidándose ellas, cuidan a los demás, a quienes las rodeas y a sus seres amados.

Para los médicos que colaboraron en esta entrevista, en México se prefiere invertir en trenes, cines y futbolistas, antes que en un sistema de salud digno para la sociedad. 

Para todos ellos y ellas, tener vocación no es cobrar menos ni hacer las cosas gratis, sino trabajar con los recursos que se tienen y dar la mejor atención a los pacientes. 

Saben que se han convertido en el centro de atención por la pandemia. Lamentan que la gente reclame al personal de salud, a quienes exigen la mejor atención. Cuando el reclamo debería ser a los gobiernos, de acuerdo con los entrevistados. 

“No le exigen al gobierno mejores servicios sino al personal, quien en diversas circunstancias y bajo ciertas condiciones no podemos hacer mucho”, afirman.

En las ciudades, el «valemadres» se manifiesta constantemente. No importa cuantas veces vean la información ni por cuál medio.

Doctora DE PACIENTES CON COVID-19

“Ahora, el personal médico somos el centro de atención y por eso nos han volteado a ver”, dicen. 

“En algunas comunidades marginadas la gente hace caso, porque aún con desconocimiento, tienen la nobleza de entender y cuidar su salud, pero en las ciudades, el «valemadres» se manifiesta constantemente. No importa cuantas veces vean la información ni por cuál medio»,  declara una de las entrevistadas.  

“Duele que no hagan caso. Traen el cubrebocas en todos lados, menos en el lugar adecuado. No hacen caso del correcto lavado de manos, no les importan las demás personas, mientras ellos no sean los afectados. Todo eso, a veces, nos desanima a querer dar todo para curarlos”, afirman. 

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Diferencias hospitalarias

Contrario a la creencia general, algunos doctores afirman que la mejor atención está en los hospitales públicos. Aunque reconocen que hay buena atención en ambos. Hay casos de pacientes en hospitales privados que terminan en uno público con mejor atención. 

“He trabajado en ambos, y un hospital privado pasa a ser una especie de compra-venta de confort para los pacientes. La diferencia pueden ser los insumos para atenderte. En las instituciones privadas un médico atienda a tres pacientes, máximo; en las públicas, hasta 20 al mismo tiempo», relata una doctora. 

“Eso si, los doctores pueden ser los mismos en los hospitales públicos y en los privados, no importa cual sea. Nosotros nos formamos ahí”, agrega otro especialista. 

Volver a casa  

Ellos y ellas dicen que dejan a sus familiares y sus relaciones afectivas sólo físicamente, porque en realidad los llevan consigo durante su camino como personal en él área de la salud; los tienen presentes en sus horas de estudio y en sus desvelos. 

“Todos, en cualquier disciplina hacemos un esfuerzo, porque todo en la vida cuesta, pero los médicos trabajamos con vidas. Curamos enfermos. Nuestros libros, nuestros exámenes son los pacientes. No cambiaría un «gracias por salvarme la vida» tan genuino por una fiesta”, dice otra de las doctoras. 

El miedo más grande del personal de salud es que alguien de su casa, de su familia, de las personas con las que conviven, se contagie. 

“En este tiempo de pandemia, nosotros también tenemos miedo de volver a casa y contagiar a nuestros seres queridos, pero no podemos permitir que el miedo nos gane”, agrega otra voz. 

“Nos queda esperar que las medidas que tomamos, funcionen y no contagiar a nadie”, concluyen.

Piden a la sociedad no olvidar que ellos y ellas son personas como cualquiera; que en estos momentos desean cosas tan sencillas como volver a ver a su familia, abrazar a sus amigos y apreciar la naturaleza. 

Fotos: Malena RV/personal médico

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